No ha habido en el curso de la historia una ciudad más atractiva que Babilonia. Su nombre evoca
visiones de riqueza y esplendor y sus tesoros de oro y joyas eran fabulosos. Podríamos pensar que
una ciudad así tenía un emplazamiento maravilloso, rodeada de ricos recursos naturales como
bosques o minas en un exuberante clima tropical. No era el caso, se extendía a lo largo del curso de
los ríos Tigris y Éufrates en un valle árido y plano. No había bosques, minas, ni tan sólo piedra para
la construcción. No estaba en una vía comercial natural y las lluvias eran insuficientes para la
agricultura.
Babilonia es un ejemplo de la capacidad del hombre para alcanzar grandes objetivos usando los
medios que tiene a su alcance. Todos los recursos habían sido desarrollados por el hombre, todas las
riquezas resultaban del trabajo humano.
Babilonia poseía tan sólo dos recursos- naturales: una tierra fértil y el agua del río. Gracias a una de
las más grandes realizaciones técnicas de todos los tiempos, los ingenieros babilonios desviaron las
aguas del río mediante diques e inmensos canales de irrigación. Los canales atravesaban todos los
parajes del árido valle para llevar agua al fértil suelo. Estas obras constituyen uno de los primeros
trabajos de ingeniería de la historia y el sistema de regadío permitió que las cosechas fueran más
abundantes de lo que lo habían sido nunca.
Afortunadamente, Babilonia fue gobernada durante su larga existencia por sucesivas líneas de reyes
que sólo se dedicaron ocasionalmente a las conquistas y los saqueos. Aunque la ciudad se embarcó
en diversas guerras, estas fueron locales o eran para defenderse de los ambiciosos conquistadores
llegados de otros países que codiciaban sus fabulosos tesoros. Los extraordinarios dirigentes de
Babilonia pasaron a la historia a causa de su sabiduría, audacia y justicia. Babilonia no dio orgullosas
monarquías que querían conquistar el mundo conocido y forzar a las naciones a someterse.
Babilonia ya no existe como ciudad, cuando las fuerzas humanas que construyeron y mantuvieron la
ciudad durante miles de años desaparecieron, se convirtió rápidamente en una desierta ruina.
Estaba situada en Asia, a unos mil kilómetros del canal de Suez, justo al norte del Golfo Pérsico. Su
latitud es cercana a los treinta grados sobre el ecuador, parecida a la de Yuma, Arizona, y poseía un
clima semejante al de esta ciudad, caliente y seco.
El valle del Éufrates, en otro tiempo populosa región agrícola, es hoy una llanura árida barrida por el
viento. Las escasas hierbas y los arbustos del desierto luchan contra la arena llevada por el viento.
Los fértiles campos, las grandes ciudades y las largas caravanas de los ricos comerciantes ya no
existen. Las tribus árabes nómadas son los únicos habitantes del valle desde la era cristiana y
subsisten gracias a sus pequeños rebaños.
La región está salpicada de colinas. Al menos durante siglos fueron consideradas como tales, pero los
fragmentos de alfarería y ladrillos gastados por las ocasionales lluvias llamaron finalmente la
atención de los arqueólogos. Se organizaron campañas para realizar excavaciones financiadas por
museos europeos y americanos. Los picos y las palas demostraron rápidamente que aquellas colinas
eran antiguas ciudades, las podríamos llamar “tumbas de ciudades”.
Babilonia es una de ellas, los vientos habían esparcido sobre ella el polvo del desierto durante veinte
siglos. Las murallas, originalmente construidas de ladrillo, se habían desintegrado y habían vuelto a
la tierra. Así es hoy en día la rica ciudad de Babilonia: un montón de tierra abandonado hace tanto
tiempo que nadie conocía su nombre hasta que se retiraron los escombros acumulados durante
siglos en las calles, los nobles templos y los palacios.
Algunos científicos consideran que las civilizaciones babilónica y las de las otras ciudades del valle
son las más antiguas de las que se tiene conocimiento. Se han demostrado de manera fehaciente
algunas fechas que se remontan hasta los 8.000 años de antigüedad. En las ruinas de Babilonia se
descubrieron descripciones de un eclipse solar, los astrónomos modernos calcularon fácilmente
cuándo hubo un eclipse visible en Babilonia y pudieron, de este modo, establecer la relación entre su
calendario y el nuestro.
Así se pudo calcular que hace 8.000 años, los sumerios que ocupaban Babilonia vivían en ciudades
fortificadas. No se puede calcular desde cuándo existían dichas ciudades. Sus habitantes no eran
simples bárbaros que vivían en el interior de unas murallas protectoras, sino gentes cultivadas e
inteligentes. Tanto como puede remontarse en el pasado la historia escrita, fueron los primeros
ingenieros, astrónomos, matemáticos, financieros, y el primer pueblo que poseyó una lengua escrita.
Ya hemos hablado de los sistemas de irrigación que transformaron el árido valle en un vergel
cultivado. Los vestigios de los canales son aún visibles aunque la mayoría están llenos de arena.
Algunos de ellos eran tan grandes que, cuando no llevaban agua, una docena de caballos podían
galopar de frente en su interior. Se los compara en amplitud con los canales más anchos de Colorado
y Utah.
Además de regar la tierra, los ingenieros babilonios llevaron a cabo otro proyecto igualmente vasto:
recuperar una inmensa región pantanosa en la desembocadura del Éufrates por medio de un sistema
de drenaje y hacerla cultivable.
Herodoto, historiador y viajero griego visitó Babilonia tal como era durante su apogeo y nos dejó la
única descripción conocida hecha por un extranjero. Sus escritos presentan una pintoresca
descripción de la ciudad y algunas de las extrañas costumbres de sus habitantes. Menciona la
fertilidad notable de la tierra y las abundantes cosechas de trigo y cebada que se recogían.
La gloria de Babilonia se ha apagado pero su sabiduría- ha sido conservada para nosotros gracias a
los archivos. En aquellos lejanos tiempos, el papel no había sido todavía inventado, y en su lugar, la
gente grababa laboriosamente sus escritos en tablillas de arcilla húmeda. Cuando las acababan, las
cocían y quedaban duras. Medían aproximadamente seis por ocho pulgadas y el espesor era de una
pulgada. Utilizaban estas tablillas de barro, como se les llama comúnmente, como nosotros las
modernas formas de escritura. Se grababan leyendas, poesía, historia, transcripciones de decretos
reales, leyes del país, títulos de propiedad, billetes e incluso cartas que eran enviadas mediante
mensajeros hacia ciudades lejanas. Gracias a estas tablillas hemos podido conocer asuntos íntimos
de la gente. Una tablilla que seguramente provenía de los archivos del almacenero del país cuenta,
por ejemplo, que un cliente llevó un vaca y la cambió por siete sacos de trigo, tres entregados en el
mismo momento y los otros cuatro a conveniencia del cliente.
Los arqueólogos recuperaron bibliotecas enteras de estas tablillas, cientos de miles de ellas,
protegidas por los escombros de las ciudades.
Las inmensas murallas que rodeaban la ciudad constituían una de las extraordinarias maravillas de
Babilonia. Los antiguos las consideraron comparables a las pirámides de Egipto y las situaron entre
las siete maravillas del mundo. El mérito de la construcción de las primeras murallas es atribuible a
la reina Semiramis, pero los arqueólogos modernos no han podido encontrar vestigios de estas
primeras construcciones, ni establecer su altura exacta. Por los escritos de los antiguos se estima que
medían entre unos cincuenta y sesenta pies en la parte exterior, que estaban hechos de ladrillos
cocidos y además protegidos por un profundo foso de agua.
Las murallas más recientes y célebres fueron construidas unos 600 años antes de Cristo por el rey
Nabopolasar, quien proyectó una construcción tan colosal que no pudo vivir para ver el final de las
obras. Fue su hijo Nabuconodosor, cuyo nombre aparece en la Biblia, quien las terminó.
La altura y la longitud de estas murallas más recientes nos dejan atónitos. Una autoridad digna de
confianza informó que debieron de tener alrededor de cincuenta y dos metros, es decir la altura de
un edificio moderno de quince plantas. Se estima que la longitud total era de entre quince y
diecisiete kilómetros y la anchura era tal, que en su parte superior podía correr un carro tirado por
seis caballos. No queda prácticamente nada de esta formidable estructura excepto una parte de los
cimientos y el foso. Además de los destrozos de la naturaleza, los árabes se llevaron los ladrillos para
construir en otras partes.
Uno tras otro, los ejércitos victoriosos de casi todos los conquistadores de ese periodo de guerras
invasoras se enfrentaron contra las murallas de Babilonia. Una multitud de reyes asedió Babilonia,
pero todo fue en vano. Los ejércitos invasores de aquel tiempo no eran despreciables y los
historiadores hablan de fuerzas de 10.000 caballeros, 25.000 carros y de 1.200 regimientos de
infantes de 1.000 hombres cada uno. A menudo necesitaban dos o tres años de preparación para
reunir el material de guerra y los depósitos de vituallas a lo largo de la línea de marcha propuesta.
La ciudad de Babilonia estaba organizada casi como un ciudad moderna. Había calles y tiendas,
vendedores ambulantes qué ofrecían sus mercancías en los barrios residenciales, sacerdotes que
oficiaban en templos magníficos. Un muro aislaba los palacios reales en el interior de la ciudad.
Dicen que esas murallas eran más altas que las de la ciudad.
Los babilonios eran artesanos hábiles que trabajaban en la escultura, la pintura, el tejido, el oro y
fabricaban armas de metal y maquinaria agrícola. Los joyeros creaban piezas de gusto exquisito y
algunas muestras que han sido recuperadas de las tumbas de ricos ciudadanos se exponen en
museos de todo el mundo.
En una época muy lejana, cuando el resto del mundo cortaba árboles con hachas de piedra o cazaba
y luchaba con lanzas y flechas con punta de piedra, los babilonios ya usaban hachas, lanzas y flechas
de metal. Eran financieros y comerciantes inteligentes. Por lo que sabemos, fueron los inventores del
dinero como moneda de cambio, de los billetes y de los títulos de propiedad escritos.
Babilonia no fue conquistada por sus enemigos hasta cerca de 540 años antes de Cristo. Pero
tampoco entonces fueron tomadas las murallas; la historia de la caída de Babilonia es de lo más
extraordinario, Ciro, uno de los grandes conquistadores de la época, proyectaba atacar la ciudad y
tomar las murallas intomables. Los consejeros de Nabónidus, rey de Babilonia, le persuadieron para
que fuera ante Ciro y librara batalla sin esperar a que la ciudad estuviera asediada. El ejército
babilonio, tras consecutivas derrotas, se alejó de la ciudad. Ciro entró por las puertas abiertas de la
ciudad, que no opuso resistencia.
El poder y el prestigio de Babilonia fueron declinando gradualmente hasta que, al cabo de unos
siglos fue abandonada, dejada a merced de vientos y tormentas que la devolvieron al desierto sobre
el que se había alzado en su origen. Babilonia había caído para no volverse nunca a levantar, pero
debemos mucho a su civilización.
Los siglos han reducido a polvo las orgullosas paredes de sus templos pero su sabiduría aún pervive.
F I N
* * *
visiones de riqueza y esplendor y sus tesoros de oro y joyas eran fabulosos. Podríamos pensar que
una ciudad así tenía un emplazamiento maravilloso, rodeada de ricos recursos naturales como
bosques o minas en un exuberante clima tropical. No era el caso, se extendía a lo largo del curso de
los ríos Tigris y Éufrates en un valle árido y plano. No había bosques, minas, ni tan sólo piedra para
la construcción. No estaba en una vía comercial natural y las lluvias eran insuficientes para la
agricultura.
Babilonia es un ejemplo de la capacidad del hombre para alcanzar grandes objetivos usando los
medios que tiene a su alcance. Todos los recursos habían sido desarrollados por el hombre, todas las
riquezas resultaban del trabajo humano.
Babilonia poseía tan sólo dos recursos- naturales: una tierra fértil y el agua del río. Gracias a una de
las más grandes realizaciones técnicas de todos los tiempos, los ingenieros babilonios desviaron las
aguas del río mediante diques e inmensos canales de irrigación. Los canales atravesaban todos los
parajes del árido valle para llevar agua al fértil suelo. Estas obras constituyen uno de los primeros
trabajos de ingeniería de la historia y el sistema de regadío permitió que las cosechas fueran más
abundantes de lo que lo habían sido nunca.
Afortunadamente, Babilonia fue gobernada durante su larga existencia por sucesivas líneas de reyes
que sólo se dedicaron ocasionalmente a las conquistas y los saqueos. Aunque la ciudad se embarcó
en diversas guerras, estas fueron locales o eran para defenderse de los ambiciosos conquistadores
llegados de otros países que codiciaban sus fabulosos tesoros. Los extraordinarios dirigentes de
Babilonia pasaron a la historia a causa de su sabiduría, audacia y justicia. Babilonia no dio orgullosas
monarquías que querían conquistar el mundo conocido y forzar a las naciones a someterse.
Babilonia ya no existe como ciudad, cuando las fuerzas humanas que construyeron y mantuvieron la
ciudad durante miles de años desaparecieron, se convirtió rápidamente en una desierta ruina.
Estaba situada en Asia, a unos mil kilómetros del canal de Suez, justo al norte del Golfo Pérsico. Su
latitud es cercana a los treinta grados sobre el ecuador, parecida a la de Yuma, Arizona, y poseía un
clima semejante al de esta ciudad, caliente y seco.
El valle del Éufrates, en otro tiempo populosa región agrícola, es hoy una llanura árida barrida por el
viento. Las escasas hierbas y los arbustos del desierto luchan contra la arena llevada por el viento.
Los fértiles campos, las grandes ciudades y las largas caravanas de los ricos comerciantes ya no
existen. Las tribus árabes nómadas son los únicos habitantes del valle desde la era cristiana y
subsisten gracias a sus pequeños rebaños.
La región está salpicada de colinas. Al menos durante siglos fueron consideradas como tales, pero los
fragmentos de alfarería y ladrillos gastados por las ocasionales lluvias llamaron finalmente la
atención de los arqueólogos. Se organizaron campañas para realizar excavaciones financiadas por
museos europeos y americanos. Los picos y las palas demostraron rápidamente que aquellas colinas
eran antiguas ciudades, las podríamos llamar “tumbas de ciudades”.
Babilonia es una de ellas, los vientos habían esparcido sobre ella el polvo del desierto durante veinte
siglos. Las murallas, originalmente construidas de ladrillo, se habían desintegrado y habían vuelto a
la tierra. Así es hoy en día la rica ciudad de Babilonia: un montón de tierra abandonado hace tanto
tiempo que nadie conocía su nombre hasta que se retiraron los escombros acumulados durante
siglos en las calles, los nobles templos y los palacios.
Algunos científicos consideran que las civilizaciones babilónica y las de las otras ciudades del valle
son las más antiguas de las que se tiene conocimiento. Se han demostrado de manera fehaciente
algunas fechas que se remontan hasta los 8.000 años de antigüedad. En las ruinas de Babilonia se
descubrieron descripciones de un eclipse solar, los astrónomos modernos calcularon fácilmente
cuándo hubo un eclipse visible en Babilonia y pudieron, de este modo, establecer la relación entre su
calendario y el nuestro.
Así se pudo calcular que hace 8.000 años, los sumerios que ocupaban Babilonia vivían en ciudades
fortificadas. No se puede calcular desde cuándo existían dichas ciudades. Sus habitantes no eran
simples bárbaros que vivían en el interior de unas murallas protectoras, sino gentes cultivadas e
inteligentes. Tanto como puede remontarse en el pasado la historia escrita, fueron los primeros
ingenieros, astrónomos, matemáticos, financieros, y el primer pueblo que poseyó una lengua escrita.
Ya hemos hablado de los sistemas de irrigación que transformaron el árido valle en un vergel
cultivado. Los vestigios de los canales son aún visibles aunque la mayoría están llenos de arena.
Algunos de ellos eran tan grandes que, cuando no llevaban agua, una docena de caballos podían
galopar de frente en su interior. Se los compara en amplitud con los canales más anchos de Colorado
y Utah.
Además de regar la tierra, los ingenieros babilonios llevaron a cabo otro proyecto igualmente vasto:
recuperar una inmensa región pantanosa en la desembocadura del Éufrates por medio de un sistema
de drenaje y hacerla cultivable.
Herodoto, historiador y viajero griego visitó Babilonia tal como era durante su apogeo y nos dejó la
única descripción conocida hecha por un extranjero. Sus escritos presentan una pintoresca
descripción de la ciudad y algunas de las extrañas costumbres de sus habitantes. Menciona la
fertilidad notable de la tierra y las abundantes cosechas de trigo y cebada que se recogían.
La gloria de Babilonia se ha apagado pero su sabiduría- ha sido conservada para nosotros gracias a
los archivos. En aquellos lejanos tiempos, el papel no había sido todavía inventado, y en su lugar, la
gente grababa laboriosamente sus escritos en tablillas de arcilla húmeda. Cuando las acababan, las
cocían y quedaban duras. Medían aproximadamente seis por ocho pulgadas y el espesor era de una
pulgada. Utilizaban estas tablillas de barro, como se les llama comúnmente, como nosotros las
modernas formas de escritura. Se grababan leyendas, poesía, historia, transcripciones de decretos
reales, leyes del país, títulos de propiedad, billetes e incluso cartas que eran enviadas mediante
mensajeros hacia ciudades lejanas. Gracias a estas tablillas hemos podido conocer asuntos íntimos
de la gente. Una tablilla que seguramente provenía de los archivos del almacenero del país cuenta,
por ejemplo, que un cliente llevó un vaca y la cambió por siete sacos de trigo, tres entregados en el
mismo momento y los otros cuatro a conveniencia del cliente.
Los arqueólogos recuperaron bibliotecas enteras de estas tablillas, cientos de miles de ellas,
protegidas por los escombros de las ciudades.
Las inmensas murallas que rodeaban la ciudad constituían una de las extraordinarias maravillas de
Babilonia. Los antiguos las consideraron comparables a las pirámides de Egipto y las situaron entre
las siete maravillas del mundo. El mérito de la construcción de las primeras murallas es atribuible a
la reina Semiramis, pero los arqueólogos modernos no han podido encontrar vestigios de estas
primeras construcciones, ni establecer su altura exacta. Por los escritos de los antiguos se estima que
medían entre unos cincuenta y sesenta pies en la parte exterior, que estaban hechos de ladrillos
cocidos y además protegidos por un profundo foso de agua.
Las murallas más recientes y célebres fueron construidas unos 600 años antes de Cristo por el rey
Nabopolasar, quien proyectó una construcción tan colosal que no pudo vivir para ver el final de las
obras. Fue su hijo Nabuconodosor, cuyo nombre aparece en la Biblia, quien las terminó.
La altura y la longitud de estas murallas más recientes nos dejan atónitos. Una autoridad digna de
confianza informó que debieron de tener alrededor de cincuenta y dos metros, es decir la altura de
un edificio moderno de quince plantas. Se estima que la longitud total era de entre quince y
diecisiete kilómetros y la anchura era tal, que en su parte superior podía correr un carro tirado por
seis caballos. No queda prácticamente nada de esta formidable estructura excepto una parte de los
cimientos y el foso. Además de los destrozos de la naturaleza, los árabes se llevaron los ladrillos para
construir en otras partes.
Uno tras otro, los ejércitos victoriosos de casi todos los conquistadores de ese periodo de guerras
invasoras se enfrentaron contra las murallas de Babilonia. Una multitud de reyes asedió Babilonia,
pero todo fue en vano. Los ejércitos invasores de aquel tiempo no eran despreciables y los
historiadores hablan de fuerzas de 10.000 caballeros, 25.000 carros y de 1.200 regimientos de
infantes de 1.000 hombres cada uno. A menudo necesitaban dos o tres años de preparación para
reunir el material de guerra y los depósitos de vituallas a lo largo de la línea de marcha propuesta.
La ciudad de Babilonia estaba organizada casi como un ciudad moderna. Había calles y tiendas,
vendedores ambulantes qué ofrecían sus mercancías en los barrios residenciales, sacerdotes que
oficiaban en templos magníficos. Un muro aislaba los palacios reales en el interior de la ciudad.
Dicen que esas murallas eran más altas que las de la ciudad.
Los babilonios eran artesanos hábiles que trabajaban en la escultura, la pintura, el tejido, el oro y
fabricaban armas de metal y maquinaria agrícola. Los joyeros creaban piezas de gusto exquisito y
algunas muestras que han sido recuperadas de las tumbas de ricos ciudadanos se exponen en
museos de todo el mundo.
En una época muy lejana, cuando el resto del mundo cortaba árboles con hachas de piedra o cazaba
y luchaba con lanzas y flechas con punta de piedra, los babilonios ya usaban hachas, lanzas y flechas
de metal. Eran financieros y comerciantes inteligentes. Por lo que sabemos, fueron los inventores del
dinero como moneda de cambio, de los billetes y de los títulos de propiedad escritos.
Babilonia no fue conquistada por sus enemigos hasta cerca de 540 años antes de Cristo. Pero
tampoco entonces fueron tomadas las murallas; la historia de la caída de Babilonia es de lo más
extraordinario, Ciro, uno de los grandes conquistadores de la época, proyectaba atacar la ciudad y
tomar las murallas intomables. Los consejeros de Nabónidus, rey de Babilonia, le persuadieron para
que fuera ante Ciro y librara batalla sin esperar a que la ciudad estuviera asediada. El ejército
babilonio, tras consecutivas derrotas, se alejó de la ciudad. Ciro entró por las puertas abiertas de la
ciudad, que no opuso resistencia.
El poder y el prestigio de Babilonia fueron declinando gradualmente hasta que, al cabo de unos
siglos fue abandonada, dejada a merced de vientos y tormentas que la devolvieron al desierto sobre
el que se había alzado en su origen. Babilonia había caído para no volverse nunca a levantar, pero
debemos mucho a su civilización.
Los siglos han reducido a polvo las orgullosas paredes de sus templos pero su sabiduría aún pervive.
F I N
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